Esperando Amanecer: La vida no es un relato sólido
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- Me recuerdo en ella
El diálogo anterior transcurre en un aeropuerto, probablemente en una sala aséptica, impersonal rodeada de puertas prohibidas a personal no autorizado. Pregunta un agente de aduanas y responde un viajero, quizá un inmigrante o quizá no. Son sólo dos frases, nueve palabras, que esconden entrelineas la esencia de 'Esperando Amanecer', la apuesta por el teatro en presente de indicativo de Ktreatro, una compañía neonata que el pasado viernes se estrenó en el Auditorio del Revellín. Un estreno que merece varios adjetivos, todos subjetivos salvo uno: valiente.
Toñi, Sandra, José y José María son las cuatro esquinas de Ktreatro (extraño nombre lleno de aristas y crujidos de incómoda pronunciación) para ellos el primer aplauso. Su trabajo en el escenario, aunque irregular y a ratos atropellado, destila esfuerzo y fe pero, sobre todo, y esto es lo importante, tiene un poso de verdad. Un poso que, eso sí, tarda en salir a la superficie.
'Esperando Amanecer' es una pieza construida con fragmentos independientes, una suerte de patchwork teatral que ha de terminar el espectador. He aquí la virtud y el defecto de la apuesta de Ktreatro. La virtud del valiente, del que cree en lo que hace y en la suficiente inteligencia y predisposición del público caballa, (muy) poco acostumbrado al teatro contemporáneo, desnudo de realismos y tramas masticables. Pero la valentía no es aval ni garantía de nada. Y he ahí el riesgo, porque no siempre todas las piezas de 'Esperando Amanecer' encajan a la primera y sin esfuerzo. Pero quién dijo que la vida no cuesta esfuerzo.
'Esperando Amanecer' no oculta su devoción por el texto en el teatro. -Mayorga, Pinter, Sanzol...- como tampoco esconde su amor por el teatro como sombra chinesca de la vida. Por el escenario desfilan de la mano el amor y el dolor, la justicia y el sadismo, la locura y la sensatez, la seguridad y el odio, el poder y el placer, el miedo y la risa... Todas juntas y revueltas. Porque, como dice uno de los personajes, encaramado a una azotea esperando al amanecer, la vida no es un relato sólido.
J. González