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Sáb, Ago

La danza llega el día 6 al Revellín con un trabajo que reflexiona sobre la individualidad

Cultura
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CARTEL_DE_LA_OBRA_DESALMADOSLa compañía valenciana Ananda Dansa, Premio Nacional de Danza en 2006, llega a Ceuta este fin de semana para abrir la programación cultural de octubre con la obra con la que el año pasado conmemoró su 30ª aniversario, Desalmados, que es una reflexión sobre la individualidad y una llamada al cambio para superar el pánico que asola a la sociedad actual.

Las entradas para ver esta producción, que se representará el próximo sábado día 6 a las 21.00 horas en el Teatro Auditorio del Revellín, están ya a la venta en el Punto de Información Cultural (PIC), de la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, a un precio de 8 euros en butaca y 6 en el anfiteatro, con descuentos del 50% para mayores, miembros de familias numerosas y titulares del Carné Joven.

La coreografía, firmada por Rosángeles Valls, detalla el viaje interior hacia la confianza en uno mismo. "Esta propuesta mantiene la idea de mostrar el miedo y el desamor para contagiar paz, ilusión y coraje; se trata de una obra que transitará de las sombras a las luces, con un mensaje de optimismo: si queremos podemos cambiarnos y con ello cambiar el mundo", explica la coreófraga.

El aval de los bailarines

La fuerza de la pieza también viene avalada por la calidad de sus tres intérpretes. Así, Ana Luján es Artista Asociada del Phoenix Dance Theatre y bailarina de la Rambert Dance Company y en 2003 se alzó con el premio a la mejor intérprete de danza contemporánea otorgado por el Círculo de Críticos Británicos. Por su parte, Toni Aparisi ha recibido siete nominaciones como mejor intérprete masculino de danza en los premios Max de las artes escénicas y, por fin, se alzó con el galardón tan largamente acariciado en 2007. Finalmente, Yolanda Peña, ha pertenecido al ballet clásico contemporáneo de Mario Martens, al grupo Art ballet, a las compañías Pampol's, Patas Arriba, Otra Danza y Eva Bertomeu.

En la hora que dura Desalmados, los bailarines se mantienen todo el tiempo sobre el escenario. Como única escenografía, ocho siluetas geométricas de acero que por la forma, asemejan ataúdes, pero que los bailarines emplean como celda, columpio, refugio y puerta de acceso. Las estructuras son franqueadas, escaladas, elevadas, tumbadas y viradas en función del estado de ánimo que marca el inicio, el nudo y el desenlace de esta travesía personal hacia la esperanza.

En el arranque, los personajes transmiten la sensación de vivir encerrados en un campo de concentración, una cárcel que puede ser física o mental, una casa mínima de hipoteca máxima o una institución psiquiátrica. La oscuridad que nubla sus vidas se subraya a través de la música, escogida entre los grandes maestros del barroco, y el vestuario, en tonos sombríos.

En el núcleo central de la obra los bailarines se conocen, y reconocen en los otros a iguales en el sufrimiento. De esa apertura a los demás se va derivando una relajación progresiva del cuerpo con una danza menos tensa y cohibida. La evolución emocional se refuerza con una gradación cromática en la ropa que deriva hacia tonalidades más claras, y los ritmos musicales van cediendo al optimismo. Estas composiciones, que en el tramo final de la pieza alcanzan un clímax de júbilo, han sido compuestas por Pep Llopis, colaborador habitual de la compañía.

Despojarse de los miedos

Al término de Desalmados, los tres bailarines se han ido despojando de sus miedos y, metafóricamente, de sus prendas, y lo que resta es un atuendo liviano de un color pálido, de idéntica ligereza que el alma de sus portadores, liberada del peso del temor.

De este modo, la parte final de la pieza supone un punto de llegada, pero también de partida. Los personajes hallan la seguridad en sí mismos y el anhelo de relacionarse que les va a llevar a afrontar la vida con otro espíritu. "El mayor reto es levantarse todos los días con alegría; hallar razones, estímulos e ilusión en la cotidianeidad", concluye Rosángeles Valls.