La Consejería de Educación, Cultura y Mujer comparte el mismo deseo de Krzysztof Warlikowski, autor del Manifiesto con que se conmemora, este 2015, el Día Mundial del Teatro, y por eso felicita a todos sus cómplices, a los que están en el escenario y a los que están en el público:
La fecha del 27 de marzo como Día Mundial del Teatro fue instituida por el Instituto Internacional del Teatro, que cada año invita a una persona vinculada a las artes escénicas y de relevancia internacional a enviar un mensaje de enaltecimiento del teatro y su labor dentro de la sociedad.
En esta ocasión, es Krzysztof Warlikowski (Polonia, 1962), uno de los más importantes directores de teatro europeo de su generación, el elegido. Purificado, de Sarah Kane, fue la obra que en 2002 le dio relevancia internacional y con la que ha girado por varios de los principales escenarios y festivales del mundo.
Discurso de Krysztof Warlikowsi para el Día Mundial del Teatro 2015
Los verdaderos maestros del teatro generalmente son encontrados fuera de los grandes escenarios y muchas veces tienen poco interés en interpretar el teatro como una máquina que reproduce lugares comunes y clichés. Ellos tienden a buscar la verdad, esa pulsante fuente de corrientes vivas que muchas veces va más allá de los espectáculos y de cientos de espectadores que se empeñan en reproducir y copiar la realidad de un mundo sin contenido, en vez de crear mundos que estén basados en el debate con el público incluso sobre las emociones que brotan a flor de piel. Y no hay mejor forma de revelar las pasiones ocultas que con el teatro.
Muchas veces uso la narrativa como una consejera. Día a día pienso en escritores que hace casi cien años anunciaron de manera profética, pero serena, el ocaso de los dioses europeos; ese crepúsculo que sumió a nuestra civilización en una oscuridad que aún no ha sido erradicada. En ese momento llegan a mis pensamientos Franz Kafka, Thomas Mann y Marcel Proust e incluyo en estos profetas al contemporáneo John Maxwell Coetzee.
Su unánime sentido del fin del mundo, no del planeta sino de las relaciones entre los seres humanos que lo habitan, del orden y la agitación social, hechos conmovedoramente actuales que nos afectan a nosotros, que vivimos después del fin del mundo; que vivimos enfrentados a crímenes y conflictos que surgen en tantos lugares y de manera tan rápida que ni siquiera los omnipresentes medios de comunicación pueden seguir su ritmo. Estos sucesos crecen ágilmente y pierden rápidamente el interés de la prensa, condenándolos a desaparecer.
Por eso nos sentimos impotentes, horrorizados y confinados. Descubrimos que ya no podemos construir torres y murallas para defendernos y estas, en vez de protegernos lo único que hacen es consumir gran parte de nuestra energía vital. Ya ni siquiera tenemos la fuerza suficiente para mirar lo que existe más allá de esos muros. Y por eso es exactamente por lo que el teatro debe existir, para observar con detenimiento dentro de lo que está prohibido y de allí extraer su fuerza.
El mito busca explicar lo inexplicable. Porque está basado en una verdad, debe finalizar en lo inexplicable. Así es como Kafka describe la transformación del Mito de Prometeo. Creo firmemente que estas palabras también deben describir el teatro. Y este teatro, el que está basado en la verdad y encuentra su fin en lo más explicable, es el que deseo para todos sus cómplices, los que están en el escenario y los que están en el público. Y lo deseo de todo corazón.